Desde el 2 de enero hasta mitad de febrero de 2013, realicé cien notas de facebook con lecturas de poesía publicada en el país desde los últimos días de 2011 hasta los primeros de 2013. La selección, que llevaba el mismo título que este blog, abarcó textos que aparecieron en papel y en blogs, tanto de poetas como de traductores de distintos lugares de la Argentina. Las que denominé "entregas de poesía" también incluyeron doce "yapitas": otras notas con videos y audios de lecturas de poesía en distintos tipos de experiencias.

En los últimos días de diciembre de 2013, decidí reunir todo ese material en este blog, más algunos agregados de libros que también se publicaron en 2012 y que no había llegado a incluir en la primera selección.

No hace falta aclarar que estos textos no agotan toda la poesía publicada durante ese año, pero intenta ser un aporte que muestre las variadas y valiosas poéticas que podemos leer actualmente en el país.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Entrega 90: 7 de febrero de 2013




Rogelio Ramos Signes (nació en San Juan, vive en Tucumán), poemas publicados en octubre de 2012 en el blog Intercuerpos, de Catalina Boccardo.













El tren se detiene en una estación vacía y




“No te duermas” me digo
             pero igual me duermo.
“Como ya te has dormido -me digo-
             no sueñes”.
Entonces sueño.
Es un sueño con palabras
             que no se dicen.
Es una canción para ver
con cielos de mermelada
y taxis de papel de diario.
Es una música de siempre.
Es un texto prohibido
             por militares analfabetos.
Tengo la cabeza en las nubes
pero las nubes son de diamante
             y me encandilo.
Un mozo de plastilina
con corbata de espejitos
me propone un canje.
“Es un canje muy conveniente
             -me dice-.
Es todo a cambio de nada.”
Tarde descubro que es todo para él
y nada para mí. Entonces lloro.
“No te despiertes”
             me dice el carcelero,
pero ya estoy despierto.





Postal de antiguo destino




La piel de mi madre niña huele a jabón Heno de Pravia.
Con un plato de loza fina, llegado de no sé dónde,
va hasta el borde del camino a esperar al pescadero.
El hombre es un aborigen con atuendos prestados
(altísimo huarpe, inexpresivo como un tótem)
que viene de la laguna a cambiar por monedas
el fruto de su paciencia y de sus precarios anzuelos.
Las aguas de Guanacache, por entonces,
no han sido bebidas por la sed del desierto sanjuanino
y todavía son buenas para la pesca.
Mi madre dice “buen día” al extenderle el plato
y luego dice “adios” al retirarlo,
ninguna otra palabra le está permitida
a una niña de hogar valenciano en tierra de indios.
El olor a Heno de Pravia es una rareza en Cochagual
y esa niña del vestidito floreado huele a eso,
bajo los tamarindos que llevan a su casa.










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